domingo, 14 de octubre de 2012

El Zorro, Tiburcio Vázquez y Hobsbawn

La invasión norteamericana del territorio mexicano (Guerra de 1846-1848) significó la pérdida de más de 800.000 millas cuadradas (más de 2.100.000 km²) de tierra, el 55% de su territorio de entonces. En estos territorios vivían aproximadamente doscientos mil mexicanos que perdieron su tierra y su cultura y fueron marginados por las nuevas autoridades. Ante esta nueva realidad, surgieron reacciones individuales contra los nuevos amos.
Tiburcio Vázquez (o Vásquez), ajusticiado por los estadunidenses en 1875, vivió más de 20 años robando a los invasores yanquis y repartiendo buena parte del producto de sus andanzas entre los californianos, contando con el apoyo y la admiración de la población autóctona.
Nació en Monterrey el 11 de agosto de 1835. Descendiente de uno de los primeros colonos de California, su bisabuelo llegó allí con la expedición de DeAnza de 1776. Tuvo una buena educación, y hablaba leía y escribía de forma fluida en español y en inglés.
A los 17 años asistió a una fiesta con su primo mayor, Anastacio García. Cuando estalló una pelea, fue asesinado el Condestable William Hardmount. Aunque no estuvieron directamente implicados en la muerte, Vásquez y García huyeron de la escena del crimen. No les faltaban razones. Un amigo de Vasquez, José Higuera, que estuvo presente en la tangana, no huyó y fue linchado por vigilantes al día siguiente. Escondido en las colinas con García, pronto se unió a una pandilla con otros desperados, convirtiéndose en el líder del grupo.
Capturado en varias ocasiones (1857, 1859 y 1867) se fugó dos veces y estuvo en prisión varios años (en San Quintín).
En California, entre 1852 y 1867, fue acusado del robo de cientos de caballos. Sin embargo, a partir de 1867 sus acciones fueron más atrevidas.
En diciembre de 1873, Vásquez y su grupo regresaron al Valle de San Joaquín, en el Condado de Fresno, donde entraron a saco en la ciudad de Kingston, dejaron a varios vecinos atados y robaron en dos establecimientos. El total del robo se calculó en 2.500 dólares. Cuando la noticia llegó el gobernador la recompensa por su captura se incrementó, pasando a 3.000, 6.000 y finalmente, 15.000 dólares.
En los meses siguientes, Vasquez continuó con sus actividades, logrando eludir a los cazarrecompensas escondiéndose en los cañones alrededor el Tejon Pass. Una de sus zonas favoritas era una formación escarpada de rocas, a unos 40 kilómetros al norte de Los Angeles, hoy conocida como Vasquez Rocks.




Incorregible mujeriego, herido en varias ocasiones por maridos astados, fue capturado a causa de las informaciones de un antiguo compinche, Abdón Leiva, cuando se enteró de que había seducido y dejado embarazada a su bella y joven prima.
Las noticias de su captura se extendieron rápidamente. Vásquez fue trasladado desde Los Angeles al Condado de San Benito y luego a San José, para el juicio. Allí se convirtió en una celebridad y fue considerado como  un héroe por los hispanocalifornianos. Cientos
 de personas lo visitaron (la mayoría, mujeres).
Vazquez se mostró encantador, posando para las fotografías y dando cientos de autógrafos. Incluso vendió muchas de las fotos desde la ventana de su celda, para pagarse la defensa.

En el juicio, y aunque admitió su participación en muchos de los crímenes que se le atribuyeron, negó que alguna vez hubiera matado a nadie. Fue en vano. El juez lo declaró culpable de asesinato y lo condenó a muerte. Antes de su ejecución, afirmó que "el odio y la venganza me dieron fuerzas para defender mis derechos y los de mis compatriotas. Fuimos injustamente privados de nuestros derechos sociales."
 "Pronto" fue la única palabra que dijo en la horca.

Ya muerto, alcanzó gran celebridad gracias a la literatura, el cómic y hasta el cine (trastocado en el diluido personaje de El Zorro, que no lucha contra yanquis), numerosos mexicanos siguieron anónimamente sus pasos durante el periodo que va de 1850 a 1880, aproximadamente. En Nuevo México y Texas tenemos en esas mismas fechas bandoleros sociales del tipo de los vengadores, como Sóstenes L’Archevêque, de madre mexicana, quien ante la muerte de su padre a manos de los estadunidenses inicia una sangrienta vendetta que según Carey McWilliams lo llevo a contar 23 marcas de gringos en su escopeta: dos marcas más que las encontradas en la escopeta de Billy The Kid.
 
Hobsbawn conceptualiza el bandolerismo social como una de las formas más primitivas de protesta social organizada y sitúa este fenómeno casi universalmente en condiciones rurales, cuando el oprimido no ha alcanzado conciencia política, ni adquirido métodos más eficaces de agitación social. El bandolerismo social se presenta como una forma prepolítica de resistir a los ricos, a los invasores extranjeros, a las fuerzas que de una u otra forma destruyen el orden considerado tradicional, en condiciones extraordinariamente violentas, provocando cambios notables en un espacio de tiempo relativamente corto. El bandolero social representa un rechazo individual a nuevas fuerzas sociales que imponen un poder cuya autoridad no es del todo reconocida o sancionada por la comunidad, que ayuda y protege al bandolero. La existencia de esta cooperación por parte de una población oprimida es fundamental para diferenciarlo del simple delincuente. Y es que al enfrentarse contra los opresores –aunque sea por medios delictivos– el pueblo oprimido ve expresados sus anhelos íntimos de rebeldía. Por ello, toma el papel o es trasformado en el vengador o defensor del pueblo. Estos símbolos de la rebeldía popular son hombres que generalmente “se rehúsan a jugar el papel sumiso que la sociedad impone… los orgullosos, los recalcitrantes, los rebeldes individuales… los que al enfrentarse a una injusticia o a una forma de persecución, rechazan ser sometidos dócilmente.



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