miércoles, 11 de febrero de 2015

Cada vez somos más tontos

¿Somos cada vez más tontos? Parece que sí. Un estudio afirma que los occidentales hemos perdido 14 puntos de cociente intelectual de media desde la época victoriana. Jan te Nijehuis, profesor de la Universidad de Amsterdam y coautor de la investigación, señala como causa el hecho de que las mujeres de elevada inteligencia tienden a tener menos niños que las mujeres de un cociente más bajo, una relación demostrada en otros estudios.
Nijenhuis y sus colegas han analizado los resultados de 14 estudios de inteligencia elaborados entre los años 1884 y 2004, incluido uno elaborado por el antropólogo y sobrino de Charles Darwin, Francis Galton. Estos estudios medían el tiempo de reacción a un estímulo visual -es decir, lo que se tarda en apretar un botón desde que se observa una señal-, una capacidad que refleja la velocidad de procesamiento mental de una persona y por tanto es considerada un indicador de la inteligencia en general.
A finales del XIX, el tiempo de reacción rondaba los 194 milisegundos, mientras en 2004 había aumentado a 275. 
También el biólogo (investigador genetista de la universidad de Stanford) Gerald Crabtree defiende en dos artículos publicados en la revista científica Trends in Genetics que hace tiempo (en una época que sitúa al final de la prehistoria) alcanzamos el cénit de nuestra inteligencia y que desde entonces no hemos hecho más que ir a peor.
La razón por la que la evolución se produjo en ese momento y no en otro es porque el hombre debía enfrentarse a situaciones particularmente críticas, por lo que tenía que ser capaz de dar respuestas muy variadas a las diferentes dificultades que el entorno presentaba y, de esa manera, se vio obligado a desarrollar su inteligencia si no quería morir.
Un cazador que no fuese capaz de concebir una solución para conseguir comida probablemente moriría junto a su familia. Crabtree sitúa nuestro desarrollo pleno en algún momento hace entre dos mil y seil mil años. El investigador defiende que quizá demos por hecho nuestra inteligencia, que para él es mucho más frágil de lo que cabría pensar y que es posible que en algún momento (lejano) del futuro sus efectos comiencen a notarse.
http://www.pawelkuczynski.com/index.php
Sobre la base de los datos conseguidos por el Consorcio del Proyecto 1000 Genomas (publicados en Nature), Crabtree estima que, en los últimos 3.000 años (aproximadamente 120 generaciones), se han producido cerca de 5.000 nuevas mutaciones en los genes que regulan nuestra capacidad intelectual. Afirma que la mayoría de estas mutaciones no tendrá ningún efecto, mientras que alrededor del 2% al 5% son perjudiciales y solo una extremadamente pequeña fracción de ellas implica beneficios. Eso le lleva a la conclusión de que la humanidad está perdiendo capacidad intelectual ya que son muy superiores las mutaciones perjudiciales que las mutaciones beneficiosas.
Crabtree cree que nuestra decadencia intelectual como raza tiene mucho que ver con estas mutaciones genéticas adversas y llega a afirmar: “Yo apostaría a que si un ciudadano medio de la antigua Grecia apareciera de repente en medio de nosotros, él o ella podría estar entre los más brillantes y sería el más despierto intelectualmente hablando de nuestro entorno, con una buena memoria, una amplia gama de ideas y una visión clarividente de cuestiones importantes. Además, creo que él o ella estaría entre los emocionalmente más estables, si lo comparamos con nuestros amigos y colegas”.
Pero la inteligencia humana está sufriendo también por otras razones.
El sistema de alimentación actual (con aditivos, conservantes, colorantes, edulcorantes artificiales, hormonas sintéticas...) produce parte de esa degradación, reduciendo la inteligencia en muchos ámbitos. De hecho, varios nutricionistas han demostrado que los niños que consumen determinados productos (bebidas gaseosas azucaradas, productos procesados artificialmente...) están expuestos a trastornos de comportamiento, tienen peor desarrollo cognitivo y neurofisiológico y presentan un porcentaje significativamente mayor de problemas de aprendizaje.
Asimismo, los pesticidas apuntan a ser una parte importante del problema, habiéndose notado que, por ejemplo, los clorpirifos están relacionados con “significativas anomalías” incluso a bajos niveles de exposición. Investigaciones recientes indican que los niños expuestos al clorpirifos en el útero tienen un mayor riesgo de retrasos en el desarrollo mental y motor a los 3 años y una mayor incidencia de trastornos generalizados del desarrollo como el  TDAH (transtorno por déficit de atención e hiperactividad).

Fuentes:

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