lunes, 18 de julio de 2016

El onanismo, la autopolución y otros vicios infames

A pesar de utilizarse como sinónimos, el término "onanismo" no significaba en su origen lo mismo que masturbación. La palabra hacía alusión al coito interrumpido, actividad sexual que habría practicado el personaje bíblico Onán con la viuda de su hermano.
El patriarca Judá tuvo tres hijos: Er, Onán y Selá. A su debido tiempo, casó al malvado Er con una cananea llamada Tamar, pero el Dios Yahveh, avisado de la maldad de Er, hizo que muriese. Entonces Judá le pidió a Onán que se casara con su cuñada y procurara descendencia a su hermano muerto —un favor que después Moisés haría obligatorio con la Ley del levirato—. No obstante, Onán sabía que aquella descendencia nunca sería suya y por ello «trillaba dentro pero sembraba fuera»; es decir, aunque tenía relaciones sexuales con Tamar a menudo, practicaba el coitus interruptus, literalmente 'coito interrumpido', eyaculando fuera de la vagina de su cuñada. De esta manera, evitaba tener que mantener hijos que no llevarían su propio apellido e impedía que la herencia de su padre se repartiera. Por este pecado Dios hizo que la Tierra se lo tragara.
Con el paso de los años, el significado ha ido variando y hoy en día es sinónimo de masturbación.
Johann Nepomuk Geiger (1840)
Durante mucho tiempo se ha creído que la masturbación produce enfermedades. Un libro pionero en este campo en la edad moderna fue el inglés Onanismo, o el nefando pecado de la autopolución (1716). Su autor era un clérigo y médico que prefirió permanecer en el anonimato. El libro se hizo muy popular y en 1764 apareció su decimoctava edición en inglés. A la sombra de este éxito aparecieron otros, como el del médico suizo, Samuel Auguste David Tissot (1728-1797), titulado Onanismo, o tratado sobre los desórdenes producidos por la masturbación (1758). Tissot no se remitió a ninguna investigación ni autoridad de su época, sino a Hipócrates para advertir a los afectados de los peligros que les amenazaban, entre ellos verter gran cantidad de «líquido seminal a través de la orina». Según él, quien «vierte una gran cantidad del escaso licor seminal» se vuelve inevitablemente «pálido, afeminado, entumecido, loco, infame, estúpido e incluso imbécil; sus cuerpos se encorvan, las piernas ya no son capaces de transportarles». En 1812 el doctor Benjamín Rush, autor del primer libro americano de psiquiatría, escribió que la masturbación causa «debilidad seminal, impotencia, disuria, marasmo dorsal, consunción pulmonar, dispepsia, vista enturbiada, vértigo, epilepsia, hipocondriasis, pérdida de memoria, manalgia, fatuidad y muerte».
En la edición de 1880 de una enciclopedia familiar inglesa, bajo la entrada ONANISMO se advertía a los padres que debían vigilar a los hijos por si se aficionaban al vicio. Los primeros síntomas eran inconfundibles: debilidad de las piernas, ojeras y amor a la soledad. Pero si persistía, la enciclopedia prometía mayores desdichas: «Algunos de los más lamentables ejemplos de decrepitud juvenil, afecciones nerviosas, ceguera, debilidad mental y fatuidad mental en las primeras fases de la vida [...] son atribuibles a esta desdichada práctica».
Caso aparte merece la obsesión contra la masturbación (y la sexualidad en general) de la época franquista. La masturbación preocupó a todos los intelectuales de la Iglesia Católica y se utilizó la mentira y la falsificación para «prevenirla». El censor padre García Fígar atribuía a tocarse los siguientes problemas de salud física y mental: «Desnutrición orgánica. Debilidad corporal. Anemia general. Caries dentales. Flojera en las piernas. Sudor en las manos. Opresión grande en el pecho. Dolor de espalda y nuca. Pereza y desgana para el trabajo y hasta imposibilidad de realizarlo. Acortamiento de la vida sexual, imposible de rescatar más tarde. Pérdida de atracción para el sexo contrario y repugnancia al matrimonio».
Martin van Maële en La Grande Danse macabre des vifs (1905).
Por eso también había manuales que indicaban cómo tenían que dormir los niños. Siempre con las manos por fuera de la manta y las sábanas. En los internados había vigilantes mirando cama por cama si esto se cumplía. Se llegaron a recomendar colchones duros. «No lleves ropa interior de lana, porque su calor excesivo puede excitarte», recomendaba un libro de Tihamer Toth, Energía y pureza, que circulaba por los internados. «Por la mañana, una vez despierto, no permanezcas más tiempo en la cama. Puedo sentar que el que permanece durante mucho tiempo en la cama por la mañana, después de despertarse, llega a caer en el pecado de la impureza», sentenciaba. Los niños llegaban a tener prohibido hasta meterse las manos en los bolsillos.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Masturbación
Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000
http://www.jotdown.es/2015/07/sexo-en-el-franquismo-ii-el-regreso-a-las-tinieblas/
https://wlm3.com/tag/onan/

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