viernes, 8 de julio de 2016

Mahler, Alma y la novena sinfonía


En noviembre de 1901, su momento de mayor prestigio y reconocimiento, Mahler (1860-1911) conoció a la compositora Alma Schindler, hija del pintor Emil Jakob Schindler e hijastra del pintor Carl Moll, en una reunión social. Inicialmente Alma no se mostró interesada por conocer a Mahler, debido a «los escándalos sobre él y todas las mujeres jóvenes que habían aspirado a cantar en la ópera». Dicho encuentro dio lugar a un rápido noviazgo y Mahler y Alma se casaron en una ceremonia privada el 9 de marzo de 1902, a pesar de la diferencia de edad (Alma tenía diecinueve años menos que el compositor). Por entonces, Alma estaba embarazada de su primera hija, Maria Anna.
Los amigos de la pareja se mostraron sorprendidos por el matrimonio y dudaron de su idoneidad. Burckhard llamó a Mahler «ese judío raquítico degenerado», indigno para una chica de buena familia. Por otro lado, la familia Mahler consideraba a Alma coqueta, poco fiable y demasiado aficionada a ver a hombres jóvenes rendidos a sus encantos. Mahler era por naturaleza temperamental y autoritario (Natalie Bauer-Lechner, su primera compañera, dijo que vivir con él era «estar en un barco que se mece sin cesar de aquí para allá por las olas»). Alma pronto se sintió resentida por haber abandonado sus estudios musicales ante la insistencia de su marido de que sólo podía haber un compositor en la familia. Escribió en su diario: «Qué duro es ser tan despiadadamente privada de [...] lo más cercano al corazón». El requisito de Mahler de que su vida matrimonial estuviera organizada en torno a sus actividades creativas generó tensiones y precipitaron la rebelión por parte de su esposa. Sin embargo el matrimonio se caracterizó por periodos ocasionales de considerable pasión, particularmente por parte de Mahler. En el verano de 1907 Mahler, exhausto por las campañas en su contra en Viena, llevó a su familia a Maiernigg. Poco después de su llegada sus hijas enfermaron de escarlatina y difteria y María, la más pequeña, murió. Inmediatamente después de esta devastadora pérdida, Mahler se enteró de que tenía problemas de corazón, un diagnóstico confirmado posteriormente por un especialista vienés, que ordenó una reducción de cualquier tipo de ejercicio vigoroso. Alma describió que la reacción del autor fue como una sentencia de muerte virtual, aunque el propio compositor, en una carta a ella del 30 de agosto afirmaba que sería capaz de llevar una vida normal. Sin embargo, la enfermedad fue un factor de depresión posterior.
No obstante, el punto culminante de su fama se produce en el verano de 1910 con la primera representación de la Octava Sinfonía en Múnich la última de sus obras estrenada en vida. La ocasión fue un triunfo (según su biógrafo Robert Carr, «seguramente su mayor éxito en vida») pero estuvo ensombrecida por el descubrimiento del compositor, después del evento, de que Alma había comenzado una relación con el joven arquitecto Walter Gropius. Muy angustiado, el compositor buscó el consejo de Sigmund Freud y pareció obtener algún consuelo del psicoanalista. Alma estuvo de acuerdo en permanecer junto a Mahler, aunque la relación con Gropius continuó de forma clandestina. En señal de amor, Mahler le dedicó su Octava Sinfonía. Poco después, el 18 de mayo de 1911, Gustav Mahler fallecía en Viena.
Gustav Mahler tenía una pequeña superstición: Ludwig van Beethoven (1770-1827), Antón Bruckner (1824-1896), Antonin Dvorak (1841-1904) y Franz Schubert (1797-1828), entre otros, habían muerto al terminar sus respectivas novenas sinfonías. Mahler, por prudencia, al terminar su Sinfonía nº8 y comenzar la novena no le dio el nombre de Sinfonía n°9, sino el de La canción de la tierra. Pero era tan sinfonía como las otras, y era la novena. Mahler creyó haber vencido al destino y emprendió la composición de la siguiente, hasta tal punto confiado en haber burlado a los hados fatales de la música romántica que la numeró como novena: argüía que en realidad era la décima (la estratagema era un extraño puente). Acabó esta Sinfonía n°9, pero al poco de empezar la décima su debilitado corazón dejó de responder.
Alma Mahler sobrevivió a su marido en más de cincuenta años y murió en 1964. Se casó con Walter Gropius en 1915, cinco años después se divorció y se casó con el escritor Franz Werfel en 1929. En 1940, publicó una memoria de sus años junto a Mahler, titulada Gustav Mahler: Recuerdos y cartas. 
Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000.

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