sábado, 30 de julio de 2016

Los racistas y el nieto del rabino

 En el  siglo XIX el término ario se usaba para designar a los lenguajes indoeuropeos, y por extensión a los pueblos que los hablaban. El conde de Gobineau (1816-1882) defendió la superioridad de la raza blanca y habló de los arios como cumbre de la evolución. Según su teoría, las civilizaciones están determinadas por su composición racial: la civilización aria sobreviviría mientras se mantuviera ajena a la disolución en otras razas inferiores como la de los negros. De no preservarse, el resultado sería la corrupción y la inmoralidad. Durante el siglo XX gente como Houston Stewart Chamberlain (1855-1927) y Adolf Hitler partieron de las teorías de Gobineau para desarrollar sus teorías políticas y el concepto de raza aria identificada con los alemanes y responsable del progreso de la humanidad, y los gitanos, judíos, negros y demás como elementos contaminadores y pervertidores.
Antropólogos y biólogos advierten que, ateniéndonos a las diferencias reales que se encuentran, la clasificación más pequeña en la que se puede agrupar a los organismos vivos es la de especie: todos los organismos que son capaces de cruzarse unos con otros bajo condiciones naturales pero que no se cruzan con miembros de otras especies y, si estos cruces ocurren, los descendientes híbridos no son fértiles o tienen alguna deficiencia. Hasta llegar a esta definición la biología tuvo que recorrer un largo camino, pues la clasificación de los animales partía de la Biblia que se basa, como todas las clasificaciones antiguas, en las apariencias. De hecho, la palabra especie significa en latín «apariencia». En épocas muy recientes estas apariencias han sido causa de confusión: en unas guías de campo de los años setenta el gorjeador myrtle y el gorjeador audubón aparecían como especies diferentes: tienen un hábitat distinto y difieren en el color del plumaje de la garganta, pero son sólo variaciones locales de la misma especie, y donde los hábitats se superponen las diferencias desaparecen.
Una raza es una subespecie, y es un término primero difícil de definir y segundo de encontrar en la realidad: son clasificaciones que pueden convenir o no en un momento determinado. Por definición, los miembros de una subespecie pueden hibridarse, lo que entre los humanos sucede con gran frecuencia, y la subespecie no puede ser distinta de la especie. El término raza además presenta múltiples problemas a la hora de clasificar: por ejemplo, la variedad genética de los africanos es mayor que toda la variedad en el resto del mundo. Una vez que se hiciera una división basada en una serie de características como el color de la piel, los rasgos y la estatura, aparecerían otras características discordantes como los grupos sanguíneos. La clasificación en subespecies es, además de falsa, confusa, y como tal no es una clasificación, sino más bien un agrupamiento arbitrario. No existe en el mundo una sola raza pura. De la misma manera que no hay siete colores en el arco iris, sino trece, veintiocho o cien, dependiendo de los criterios del clasificador y no del arco iris en sí: la variación humana es una progresión continua, y el blanco, el oriental, el negro son todos homo sapiens sapiens, de la misma manera que los diferentes colores del arco iris son todos luz que obedece las mismas leyes físicas.
El problema es que para asignar la categoría racial se aplica un criterio limitado: el color de la piel y ciertos rasgos de la cara. Pero la verdad es que ni por estos medios ni por otros que incluyeran datos completos sobre el individuo sería posible asignarlo a una raza. Un ejemplo cómico se produjo en 1935: los oficiales nazis seleccionaron a un muchacho alto, rubio y de mejillas sonrosadas para posar, como muestra de ejemplar de raza aria, en una fotografía junto a Hitler. La foto se vendió como postal y cientos de miles de personas la compraron en toda Alemania. Sólo entonces los nazis descubrieron que aquel paradigma de sano muchacho ario era, ni más ni menos, nieto del rabino Wedell, de Düsseldorf.
http://culturainquieta.com/es/
Peter Villanueva Hering:  Errores falacias y mentiras.

lunes, 25 de julio de 2016

Stella, Vanessa, Gulliver, Marte y el astrólogo (La vida de Jonathan Swift)

Jonathan Swift (1667-1745) fue educado por su tío Godwin, ya que su padre falleció antes de que él naciera. Durante su niñez, vivió en medio de una gran pobreza. Después de finalizar sus estudios se le presentó la oportunidad de trabajar como secretario del político inglés sir William Temple, escribiendo para él y llevándole sus cuentas, para lo que se trasladó a Moor Park en Surrey, Inglaterra, en 1689. A medida que pasaba el tiempo, crecía la confianza de sir William en su empleado, por lo que éste llegó a tener conocimiento de asuntos de gran importancia, siendo incluso presentado al rey Guillermo III.
Cuando Swift se mudó a Moor Park, encontró allí a una niña de ocho años, hija de un comerciante llamado Edward Johnson, quien falleció joven. Algunas fuentes aseguran que era en realidad hija ilegítima de Temple. Según el propio Swift, la niña, Esther Johnson, nació el 18 de marzo de 1681. Más tarde reaparecería en la vida de Swift con el nombre de Stella.
Hacia 1694, Swift estaba aburrido de su trabajo, y viendo que Temple, quien valoraba sus servicios, no tenía prisa en promocionarle, abandonó Moor Park y volvió a Irlanda para ingresar en la Iglesia. Tras su ordenación, en 1696, Temple convenció a Swift de que regresara a Moor Park para ayudarle a preparar sus memorias y sus cartas, con vistas a su publicación. Allí se reencontró con la niña de antaño, convertida en una joven de 15 años.
Swift permaneció con Temple hasta la muerte de éste, en enero de 1699. En el verano de ese año, recibió y aceptó la secretaría y capellanía del conde de Berkeley. Como capellán de Lord Berkeley pasó mucho de su tiempo en Dublín, y cuando éste regresó a Inglaterra, en abril de 1701, Swift, tras obtener su doctorado, le acompañó.
Cuando regresó a Irlanda en septiembre del mismo año, lo hizo acompañado por Stella, ahora una joven de 20 años. En torno a la relación de Swift con Stella hay un gran misterio no exento de controversia. Algunos afirman que contrajeron matrimonio secretamente en 1716, de lo que no se han encontrado pruebas definitivas.
Sin embargo, en 1714 se trasladó definitivamente a Dublín, donde vivió junto a Esther Vanhomrigh, una joven hija de una importante familia anglo-irlandesa. Swift inventó para ella el nombre Vanessa: con las iniciales de su apellido y su nombre (Van- y Es-) formó su apodo. No existe registro alguno del nombre Vanessa antes de esto, es por tanto el creador del nombre de mujer Vanessa, que goza actualmente de gran popularidad.
En 1728 murió Stella, y Swift sufrió una severa depresión. Murió en 1745, dejando la mayor parte de su fortuna a los pobres y disponiendo que se construyera a sus expensas un manicomio.
Otra curiosa historia de Swift se encuentra en su obra más conocida. Oficialmente, las dos lunas de Marte (Fobos y Deimos) fueron descubiertas en 1877 por el astrónomo Asaph Hall, quien pudo verlas desde el Observatorio Naval de los Estados Unidos, cerca de Washington. Sin embargo, más de ciento cincuenta años antes Swift las había descrito con bastante exactitud en Los viajes de Gulliver. Las coincidencias en tamaño, distancias y velocidad de rotación con los satélites mencionados en el relato son bastante grandes y, sin embargo, la óptica disponible durante la vida de Swift, no permitía ver esos cuerpos celestes tan pequeños y que se separan tan poco de la esfera de Marte.
Otra de las historias que protagonizó Swift es el conocido como Bulo de Isaac Bickerstaffle. El escritor le tenía cierta manía a un astrólogo que publicaba regularmente almanaques con sus predicciones, John Partridge. Bajo el seudónimo de Isaac Bickerstaff, Swift publicó en 1708 las Predicciones para el año 1709, en las que anunció la «muerte infalible [de Partridge] para el próximo 29 de marzo [1709], alrededor de las once de la noche, de una fiebre virulenta». La muerte de fiebre se debía a que Partridge había predicho que una epidemia o fiebre asolaría Londres a principios de abril. De este modo, Swift jugaba a hacer al astrólogo morir de su propia predicción, de la misma manera que quería acabar con su carrera usando los mismos métodos que el adivino usaba para sostenerla. 
El 30 de marzo Swift publicó la Elegía, dedicada a lamentar la muerte del astrólogo. La noticia se extendió por todo Londres: todo el mundo se lamentó de la desgracia y se publicaron numerosos obituarios. 
El protagonista, que por lo demás estaba vivo y gozaba de buena salud, se vio obligado a publicar un número extra de su almanaque en el que argumentaba de una forma muy curiosa: no sólo estaba vivo en el momento de escribir la rectificación, sino que ya estaba «demostrablemente vivo» antes, cuando Bickerstaff lo declaraba muerto. 
Esto provocó las risas de todo Londres, y Swift publicó El cumplimiento de la primera predicción de Bickerstaff, en la que insistía en la muerte de su víctima: describía con exactitud los síntomas, la hora del fallecimiento, daba el nombre del médico que le asistió e incluso afirmó haber estado allí y haber hablado con el moribundo. Swift usó el seudónimo de Bickerstaff por última vez en 1709 con Una reivindicación de Isaac Bickerstaff. En ella aportaba supuestas pruebas de la muerte de Partridge. Una de ellas afirmaba que era “…imposible que ningún hombre vivo pudiera haber escrito tanta bazofia“.

https://es.wikipedia.org/wiki/Jonathan_Swift
Peter Villanueva Hering:  Errores falacias y mentiras.
http://historiascuri.blogspot.com.es/2013/07/los-viajes-de-gulliver-la-fantasia-como.html

sábado, 23 de julio de 2016

La guillotina no fue un invento de Guillotin

La guillotina no sólo no fue inventada por el doctor francés Joseph Ignace Guillotin (1738-1814), sino que ni siquiera es un invento francés. Y tampoco es cierto que Guillotin muriera guillotinado. Mucho antes de la revolución francesa ya se usaba en Inglaterra, Escocia e Italia para ejecutar a criminales de noble cuna. En Italia está documentado su uso desde el siglo XII, y en Escocia, donde recibía el nombre de Dama escocesa, desde el XVI.
No se puede eludir el contexto en el que aparece la guillotina, cuyos promotores obraban movidos por consideraciones humanitarias fundadas. Antes de la guillotina, en Francia como en toda Europa, los métodos de ejecución legales implicaban una alta e inevitable dosis de tortura y agonía para el reo. Las ejecuciones eran también un espectáculo público muy aceptado, que había que hacer durar para gusto de los espectadores.
En el siglo XVIII en Europa, aunque el uso de la guillotina ya existía de manera limitada en algunos países, se ejecutaba mediante la rueda, el desmembramiento (reservado en Francia a los regicidas pero extendido a los participantes en revueltas políticas), el ahorcamiento, la combinación conocida en el Reino Unido como hanged, drawn and quartered (ahorcado, arrastrado y descuartizado), y la flagelación. Muchos de estos métodos se siguieron empleando hasta el siglo XIX.
Durante una sesión de la Asamblea Nacional, el 10 de octubre de 1789, Guillotin propuso que se ejecutara por el mismo sistema a todos los condenados, fueran éstos nobles o plebeyos. Dos años después se aprobó la propuesta, y el secretario de la Academia de Medicina, Antoine Louis, se encargó de introducir algunas mejoras en la Dama escocesa.
La Asamblea Nacional adoptó el uso de la guillotina con el fin de que la pena de muerte fuera igual para todos, sin distinción de rangos ni clase social. Se estima que unas 1119 personas fueron decapitadas en la Plaza de la Concordia durante la Revolución Francesa. Para comprender debidamente este hecho, hay que recordar que Francia se encontraba en guerra prácticamente con toda la Europa absolutista que quería ahogar la revolución. Otro acontecimiento que nos puede servir para contextualizar el "terror revolucionario" es compararlo con un suceso cercano: tras la rebelión irlandesa de 1798, los británicos asesinaron a más de 20.000 irlandeses. Quizás no se recuerde tanto porque fueron mayoritariamente campesinos y campesinas pobres los masacrados, asesinados, violadas y torturados por las tropas y las autoridades británicas.
El 22 de abril de 1792 el entonces llamado louison cortó la primera cabeza gala, la de un famoso bandolero llamado Peletier. Pronto el louison pasó a llamarse guillotina y el doctor Guillotin se pasó el resto de su vida lamentando amargamente su única intervención en la asamblea e intentando disociar su nombre del instrumento. Cuando Antoine Louis murió víctima de su diseño se difundió la noticia de que el creador de la guillotina había sido ejecutado, y por lo tanto Joseph Ignace Guillotin. Esta leyenda ha permanecido hasta nuestros días apoyada por el hecho de que Guillotin fue condenado a muerte por Robespierre (1758-1794), pero el que finalmente perdió la cabeza fue "el incorruptible" y dejó su sentencia en suspenso: Guillotin murió en 1814 por un carbunclo en el hombro.

https://es.wikipedia.org/wiki/Guillotina
Peter Villanueva Hering:  Errores falacias y mentiras
https://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_irlandesa_de_1798
http://elpais.com/diario/2005/11/19/babelia/1132359430_740215.html

miércoles, 20 de julio de 2016

Los perros no ladran

http://cocteldemente.com/dimitra-milan-un-canto-a-la-belleza/
Aunque los perros descienden directamente del lobo salvaje (Canis lupus), su ladrido constituye una diferencia significativa respecto a su especie antecesora. Aunque los lobos ladran, lo hacen solo en situaciones muy específicas, cuando compiten por la comida, por ejemplo, especialmente los lobeznos. Según Coppinger y Feinstein, los perros ladran en secuencias largas y rítmicas, pero los ladridos de los lobos adultos tienden a ser breves y aislados. En comparación con los lobos, que nunca ladrarían durante horas como un perro doméstico, los perros ladran mucho más frecuentemente y en mayor diversidad de situaciones.
De hecho, hay estudios que afirman que en estado salvaje los perros no ladran. Sólo los que han tenido contacto con humanos lo hacen.
El motivo por el cual los perros domésticos ladran no está claro. Existen tres posibles explicaciones. Algunos autores consideran que que es una imitación del habla humana, por lo que, desde el punto de vista del perro, quienes ladran son los humanos y él simplemente se adapta a las circunstancias. Otros expertos, teniendo en cuenta que es una actitud propia de los lobeznos, piensan que el hecho de que los perros no hayan abandonado esta forma de expresión se debe a su dependencia e inmadurez. Otra posible causa que otros señalan sería el proceso de domesticación y selección por la que una tendencia mayor a ladrar podría haber sido útil para el hombre como sistema de alarma.


http://www.ardengrange.es/por-que-los-lobos-no-ladran/
Peter Villanueva Hering:  Errores falacias y mentiras 

lunes, 18 de julio de 2016

El onanismo, la autopolución y otros vicios infames

A pesar de utilizarse como sinónimos, el término "onanismo" no significaba en su origen lo mismo que masturbación. La palabra hacía alusión al coito interrumpido, actividad sexual que habría practicado el personaje bíblico Onán con la viuda de su hermano.
El patriarca Judá tuvo tres hijos: Er, Onán y Selá. A su debido tiempo, casó al malvado Er con una cananea llamada Tamar, pero el Dios Yahveh, avisado de la maldad de Er, hizo que muriese. Entonces Judá le pidió a Onán que se casara con su cuñada y procurara descendencia a su hermano muerto —un favor que después Moisés haría obligatorio con la Ley del levirato—. No obstante, Onán sabía que aquella descendencia nunca sería suya y por ello «trillaba dentro pero sembraba fuera»; es decir, aunque tenía relaciones sexuales con Tamar a menudo, practicaba el coitus interruptus, literalmente 'coito interrumpido', eyaculando fuera de la vagina de su cuñada. De esta manera, evitaba tener que mantener hijos que no llevarían su propio apellido e impedía que la herencia de su padre se repartiera. Por este pecado Dios hizo que la Tierra se lo tragara.
Con el paso de los años, el significado ha ido variando y hoy en día es sinónimo de masturbación.
Johann Nepomuk Geiger (1840)
Durante mucho tiempo se ha creído que la masturbación produce enfermedades. Un libro pionero en este campo en la edad moderna fue el inglés Onanismo, o el nefando pecado de la autopolución (1716). Su autor era un clérigo y médico que prefirió permanecer en el anonimato. El libro se hizo muy popular y en 1764 apareció su decimoctava edición en inglés. A la sombra de este éxito aparecieron otros, como el del médico suizo, Samuel Auguste David Tissot (1728-1797), titulado Onanismo, o tratado sobre los desórdenes producidos por la masturbación (1758). Tissot no se remitió a ninguna investigación ni autoridad de su época, sino a Hipócrates para advertir a los afectados de los peligros que les amenazaban, entre ellos verter gran cantidad de «líquido seminal a través de la orina». Según él, quien «vierte una gran cantidad del escaso licor seminal» se vuelve inevitablemente «pálido, afeminado, entumecido, loco, infame, estúpido e incluso imbécil; sus cuerpos se encorvan, las piernas ya no son capaces de transportarles». En 1812 el doctor Benjamín Rush, autor del primer libro americano de psiquiatría, escribió que la masturbación causa «debilidad seminal, impotencia, disuria, marasmo dorsal, consunción pulmonar, dispepsia, vista enturbiada, vértigo, epilepsia, hipocondriasis, pérdida de memoria, manalgia, fatuidad y muerte».
En la edición de 1880 de una enciclopedia familiar inglesa, bajo la entrada ONANISMO se advertía a los padres que debían vigilar a los hijos por si se aficionaban al vicio. Los primeros síntomas eran inconfundibles: debilidad de las piernas, ojeras y amor a la soledad. Pero si persistía, la enciclopedia prometía mayores desdichas: «Algunos de los más lamentables ejemplos de decrepitud juvenil, afecciones nerviosas, ceguera, debilidad mental y fatuidad mental en las primeras fases de la vida [...] son atribuibles a esta desdichada práctica».
Caso aparte merece la obsesión contra la masturbación (y la sexualidad en general) de la época franquista. La masturbación preocupó a todos los intelectuales de la Iglesia Católica y se utilizó la mentira y la falsificación para «prevenirla». El censor padre García Fígar atribuía a tocarse los siguientes problemas de salud física y mental: «Desnutrición orgánica. Debilidad corporal. Anemia general. Caries dentales. Flojera en las piernas. Sudor en las manos. Opresión grande en el pecho. Dolor de espalda y nuca. Pereza y desgana para el trabajo y hasta imposibilidad de realizarlo. Acortamiento de la vida sexual, imposible de rescatar más tarde. Pérdida de atracción para el sexo contrario y repugnancia al matrimonio».
Martin van Maële en La Grande Danse macabre des vifs (1905).
Por eso también había manuales que indicaban cómo tenían que dormir los niños. Siempre con las manos por fuera de la manta y las sábanas. En los internados había vigilantes mirando cama por cama si esto se cumplía. Se llegaron a recomendar colchones duros. «No lleves ropa interior de lana, porque su calor excesivo puede excitarte», recomendaba un libro de Tihamer Toth, Energía y pureza, que circulaba por los internados. «Por la mañana, una vez despierto, no permanezcas más tiempo en la cama. Puedo sentar que el que permanece durante mucho tiempo en la cama por la mañana, después de despertarse, llega a caer en el pecado de la impureza», sentenciaba. Los niños llegaban a tener prohibido hasta meterse las manos en los bolsillos.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Masturbación
Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000
http://www.jotdown.es/2015/07/sexo-en-el-franquismo-ii-el-regreso-a-las-tinieblas/
https://wlm3.com/tag/onan/

martes, 12 de julio de 2016

Promiscuas poco contrastadas. Mead y hacerse adulta en Samoa

Hasta finales de la década de los ochenta era común entre los antropólogos creer que las adolescentes de Samoa eran promiscuas antes del matrimonio, cuando en realidad se valoraba en muy alto grado la virginidad.
El error fue fruto de las investigaciones de la antropóloga Margaret Mead (1901— 1978), durante mucho tiempo considerada una pieza intocable de la antropología. En 1926 llegó a Samoa como alumna del antropólogo alemán Franz Boas (1858-1942). Para Boas, la influencia genética era irrelevante comparada con la ambiental, y sostenía que todos los principios culturales y morales eran relativos. La joven Mead, en aquel entonces de 25 años de edad, estaba muy interesada en este relativismo, especialmente en lo que creía una intensa promiscuidad de los samoanos, pero no tenía modo de entablar un diálogo directo con ellos puesto que ignoraba el idioma: sus ayudantes fueron dos jóvenes de aproximadamente su edad, Fa'apua'a Fa'amu, quien la ayudó a recabar todos los datos y a explicarle las costumbres del país, y Fofoa, que no hablaba inglés.

Llegó un momento en que Fa'apua'a y Fofoa, como le habría ocurrido a cualquier joven de su edad en Occidente, se sintieron molestas por las insistentes preguntas sobre sus actividades sexuales. Se acogieron a una costumbre local, según la cual da buena suerte engañar a un extraño, y empezaron a largarle todo tipo de historias fantásticas acerca de su vida sexual: el coito indiscriminado y la vida relajada convertían la adolescencia en Samoa en un paraíso. Cuando Mead les preguntaba por la mañana dónde habían pasado la noche, Fofoa y Fa'apua'a (que en realidad era una virgen ceremonial) le decían: «¡Hemos pasado la noche con chicos, sí, con chicos!». Mead publicó estos datos en su libro, publicado en 1928, Corning of age in SamoaHacerse adulto en Samoa»), un éxito de ventas desde el primer momento y que se adhería al «relativismo cultural», también conocido como «determinismo cultural»: los problemas y la moral de las chicas de Samoa no tenían nada que ver con las de las jóvenes occidentales.
El primero en decir que la realidad era todo lo contrario, y que las chicas de uno y otro sitio estaban sometidas a un estricto control por parte de sus padres, fue Derek Freeman, quien viajó a Samoa para corroborar las historias de Mead. Se encontró con que Fa'apua'a Fa'amu, de 86 años, aún vivía (Fofoa había muerto en 1936): la anciana admitió haber mentido a la antropóloga, y se mostró arrepentida por ello, pero explicó sus razones. La práctica gracias a la cual se mantuvo engañado a Occidente durante 69 años acerca de la promiscuidad de unas adolescentes se llama tafa'ase'e o bien tau fa'alili.
Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Samoa
http://dxnews.com/5w0qq_samoa/

viernes, 8 de julio de 2016

Mahler, Alma y la novena sinfonía


En noviembre de 1901, su momento de mayor prestigio y reconocimiento, Mahler (1860-1911) conoció a la compositora Alma Schindler, hija del pintor Emil Jakob Schindler e hijastra del pintor Carl Moll, en una reunión social. Inicialmente Alma no se mostró interesada por conocer a Mahler, debido a «los escándalos sobre él y todas las mujeres jóvenes que habían aspirado a cantar en la ópera». Dicho encuentro dio lugar a un rápido noviazgo y Mahler y Alma se casaron en una ceremonia privada el 9 de marzo de 1902, a pesar de la diferencia de edad (Alma tenía diecinueve años menos que el compositor). Por entonces, Alma estaba embarazada de su primera hija, Maria Anna.
Los amigos de la pareja se mostraron sorprendidos por el matrimonio y dudaron de su idoneidad. Burckhard llamó a Mahler «ese judío raquítico degenerado», indigno para una chica de buena familia. Por otro lado, la familia Mahler consideraba a Alma coqueta, poco fiable y demasiado aficionada a ver a hombres jóvenes rendidos a sus encantos. Mahler era por naturaleza temperamental y autoritario (Natalie Bauer-Lechner, su primera compañera, dijo que vivir con él era «estar en un barco que se mece sin cesar de aquí para allá por las olas»). Alma pronto se sintió resentida por haber abandonado sus estudios musicales ante la insistencia de su marido de que sólo podía haber un compositor en la familia. Escribió en su diario: «Qué duro es ser tan despiadadamente privada de [...] lo más cercano al corazón». El requisito de Mahler de que su vida matrimonial estuviera organizada en torno a sus actividades creativas generó tensiones y precipitaron la rebelión por parte de su esposa. Sin embargo el matrimonio se caracterizó por periodos ocasionales de considerable pasión, particularmente por parte de Mahler. En el verano de 1907 Mahler, exhausto por las campañas en su contra en Viena, llevó a su familia a Maiernigg. Poco después de su llegada sus hijas enfermaron de escarlatina y difteria y María, la más pequeña, murió. Inmediatamente después de esta devastadora pérdida, Mahler se enteró de que tenía problemas de corazón, un diagnóstico confirmado posteriormente por un especialista vienés, que ordenó una reducción de cualquier tipo de ejercicio vigoroso. Alma describió que la reacción del autor fue como una sentencia de muerte virtual, aunque el propio compositor, en una carta a ella del 30 de agosto afirmaba que sería capaz de llevar una vida normal. Sin embargo, la enfermedad fue un factor de depresión posterior.
No obstante, el punto culminante de su fama se produce en el verano de 1910 con la primera representación de la Octava Sinfonía en Múnich la última de sus obras estrenada en vida. La ocasión fue un triunfo (según su biógrafo Robert Carr, «seguramente su mayor éxito en vida») pero estuvo ensombrecida por el descubrimiento del compositor, después del evento, de que Alma había comenzado una relación con el joven arquitecto Walter Gropius. Muy angustiado, el compositor buscó el consejo de Sigmund Freud y pareció obtener algún consuelo del psicoanalista. Alma estuvo de acuerdo en permanecer junto a Mahler, aunque la relación con Gropius continuó de forma clandestina. En señal de amor, Mahler le dedicó su Octava Sinfonía. Poco después, el 18 de mayo de 1911, Gustav Mahler fallecía en Viena.
Gustav Mahler tenía una pequeña superstición: Ludwig van Beethoven (1770-1827), Antón Bruckner (1824-1896), Antonin Dvorak (1841-1904) y Franz Schubert (1797-1828), entre otros, habían muerto al terminar sus respectivas novenas sinfonías. Mahler, por prudencia, al terminar su Sinfonía nº8 y comenzar la novena no le dio el nombre de Sinfonía n°9, sino el de La canción de la tierra. Pero era tan sinfonía como las otras, y era la novena. Mahler creyó haber vencido al destino y emprendió la composición de la siguiente, hasta tal punto confiado en haber burlado a los hados fatales de la música romántica que la numeró como novena: argüía que en realidad era la décima (la estratagema era un extraño puente). Acabó esta Sinfonía n°9, pero al poco de empezar la décima su debilitado corazón dejó de responder.
Alma Mahler sobrevivió a su marido en más de cincuenta años y murió en 1964. Se casó con Walter Gropius en 1915, cinco años después se divorció y se casó con el escritor Franz Werfel en 1929. En 1940, publicó una memoria de sus años junto a Mahler, titulada Gustav Mahler: Recuerdos y cartas. 
Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000.

lunes, 4 de julio de 2016

Colón estaba equivocado

Cuando Cristóbal Colón propuso su viaje no fue rechazado porque la gente creyera que la tierra era plana. Realmente, quien estaba equivocado era Colón.
En aquella época ya era bien conocido que la Tierra es una esfera, pues la idea, que ya habían avanzado los pitagóricos en el siglo VI a. de C., fue defendida por el astrónomo Ptolomeo en el siglo II: observó que cuando ocurría un eclipse de Luna, la sombra de la Tierra siempre era redonda, por lo que dedujo su forma esférica.
Los teólogos medievales le tenían un gran respeto a Ptolomeo, pero además resultaba lógico, puesto que la esfera era, a sus ojos, la forma más perfecta, y no podía ser otra la forma del centro del universo. Lo que ya era más difícil era determinar el tamaño de esta esfera. Aquí Ptolomeo se equivocó y le atribuyó un tamaño mucho menor del real, lo que muchos historiadores piensan que animó a Colón a llevar a cabo su empresa.
La subestimación del tamaño de la Tierra, y la sobrestimación del tamaño de Asia llevaron a Colón a creer que la distancia de las Canarias a Japón era de unos 6.000 kilómetros, por lo que calculó que no le debería haber costado tanto llegar allí. Sin embargo, en Portugal y en España muchas autoridades y marineros sabían que las distancias eran mucho mayores, y se opusieron con toda razón a los planes del descubridor de América.
El Nuevo Mundo salvó la vida de los marineros, pues tal como avanzaba el viaje y lo que les quedaba para llegar a Japón, habrían perecido sin remedio. Lo cierto es que a Colón no parecía guiarle ningún principio astronómico, sino uno profético. En una carta escrita a los Reyes Católicos en 1502 afirmó que no le importaban la razón ni las matemáticas ni los mapas, sino cumplir las palabras de Isaías 11:11-12: «Acontecerá en aquel tiempo que Jehová alzará otra vez su pueblo para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto [...] y en las costas del mar [...] y reunirá a los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la Tierra». Colón estaba convencido de que había sido elegido por Dios para la misión de incorporar a los orientales a la cristiandad. Creyó hasta su muerte haber descubierto las Indias, siempre rechazó haber descubierto un nuevo continente.
De hecho, pocos años después de los viajes de Colón, comenzaron a aparecer escritos que afirmaban que existía el rumor de que Cristobal Colón no había sido el primero en viajar al Nuevo Mundo. Es entonces cuando se empieza a hablar de un piloto anónimo que pudo haber llegado a las costas americanas y que le confiaría estos conocimientos a Colón. El padre Bartolomé de las Casas narra la historia de un navío que se ve envuelto en una tormenta y es desviado de su ruta original para acabar llegando al Nuevo Mundo: "Díjose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España y que iba cargada de mercadería para Flandes o Inglaterra, o para los tratos, la cual, corriendo terrible tormenta, y arrebatada de la violencia e ímpetu de ella, vino diz que, a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió." (Fray Bartolomé de las Casas)
La primera persona en darle nombre fue el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales aparecidos en 1609, donde cuenta que había oído la historia cuando era niño, de boca de viejos conquistadores. De acuerdo con este cronista, Alonso Sánchez hacía frecuentes viajes a Inglaterra, las islas Canarias y Madeira. En una travesía entre estos dos últimos lugares en un navío pequeño y con pocos marineros, fue sorprendido por una tormenta que lo desvió de su ruta y lo llevó hacia el oeste por aguas desconocidas.
Al cabo de varias semanas y con la embarcación bastante dañada, avistaron tierra y desembarcaron.  Los indígenas los recibieron bien porque eran más altos y tenían barba (los indígenas eran imberbes) y porque su religión les decía que desde el mar vendrían los dioses. Los indígenas les dieron comida, oro y les ofrecieron a sus mujeres como regalos. Después de todo esto empezaron a preparar el viaje de vuelta, pasaron aproximadamente una o dos semanas, y volvieron con un cálculo aproximado de cuando fueron conducidos por la tormenta. Después de casi un mes atracaron en la isla de Porto Santo, donde residía Cristobal Colón. Alonso Sánchez, enfermo y siendo uno de los pocos sobrevivientes, siempre según estas historias orales, tomaría contacto con el navegante, al que trasladó toda la información que recogió el marinero. De ahí, la seguridad, la convicción y la firmeza que siempre mostraba Colón, a pesar de que los científicos y navegantes le demostraban una y otra vez su error de cálculo.
Por último, las tres carabelas eran en realidad dos carabelas (la Niña y la Pinta) y una nao (la Santa María), una embarcación más pequeña y de peor calidad.

Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alonso_S%C3%A1nchez_de_Huelva
https://es.wikipedia.org/wiki/Arahuacos
http://www.educa.jcyl.es/educacyl/cm/gallery/Recursos%20Infinity/tematicas/colon_vcentenario/quien/tierra_3.html

domingo, 3 de julio de 2016

Longevidad, turismo y mentirijillas

Durante algunos años la ciudad ecuatoriana de Vilacabamba fue famosa por albergar a una de las poblaciones más longevas conocidas: según el censo de 1971, nueve de los 819 residentes rebasaban los cien años. Los antropólogos se acercaron a estudiar el fenómeno y se encontraron con que muchos de los presuntos centenarios se mantenían relativamente jóvenes. Demasiado jóvenes: el examen de los certificados de bautismo mostró que el más viejo del lugar tenía 96 años. Los habitantes habían montado el fraude para intentar atraer el turismo.
Periódicamente aparecen noticias que hablan de algunos grupos en los que se dan tasas de longevidad insólitas, desde 120 a 150 años. Suelen ser aldeas pequeñas aisladas, generalmente en el Himalaya, en aldeas perdidas de Latinoamérica o en el Cáucaso, y se suele atribuir su longevidad a una vida al aire libre, trabajo duro y una dieta restringida a lo esencial.
Pero también se puede estudiar estos casos desde otro punto de vista no médico ni dietético. Estos grupos muchas veces son analfabetos, hay pocos ancianos de entre 70 y 90 años, no hay partidas de nacimiento y la edad hace adquirir un mayor nivel social, por lo que muchos mienten para conseguir un poco más de poder. Esto, por supuesto, sin tener en cuenta el fraude deliberado de una población para alcanzar un poco de notoriedad y algunas visitas.

Peter Villanueva Hering: Errores, falacias y mentiras. Ediciones del Prado, Navarra, 2000.
https://actualidad.rt.com/sociedad/view/139666-hunza-enfermedades-longevidad
http://www.teinteresa.es/microsite/Pregunta_al_medico/biometria/pueblos-longevos-tierra_0_1162683858.html
http://lewoandwe.blogspot.com.es/2016/01/blog-post_18.html
http://www.contemporaryartdaily.com/2016/03/john-miller-richard-hoeck-at-johann-widauer/